jueves, 6 de mayo de 2010

Todo llega, todo se va...


Demasiado bonito para pasarme a mí, pensamos a veces, pero nos pasó.
Todo llega, pero a la vez todo se va.
En un momento flotamos en un mar de felicidad, de caricias, de perfumes deseados, saboreando en nuestros labios la sal que trae el agua que nos acaricia,
aunque cuando queremos darnos cuenta, estamos completamente secos, en una ciudad que nos asfixia, y apenas si nos queda sal adherida al cuerpo.
Y empezamos a esperar a que llegue de nuevo la ola que nos da la vida, en la que flotamos y de la que bebemos ávidos.
Pero no funciona así, no podemos preveer cuándo cambiará la marea, porque al final llegará cuando menos la esperemos y es probable que se vaya de la misma forma, o quizás, sólo quizás, perdure algo más de lo que nos esperamos.

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